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Héloïse Toffaloni da Cunha en
20 dic 2024

La confianza o desconfianza en las imágenes médicas está contextualizada. Dependiendo de su especialidad y nivel de cualificación, los médicos desarrollan diferentes relaciones con las imágenes médicas a lo largo de su práctica. Es cierto que, gracias a una amplia formación, todos los médicos desarrollan una «skilled vision» (Grasseni 2007) y adquieren competencias científicas que les permiten leer imágenes médicas y «ver» cosas en una resonancia magnética, un PET-SCAN o una radiografía que los pacientes no iniciados serían incapaces de detectar. Pero, por un lado, la capacidad de leer imágenes médicas varía de una especialidad a otra (radiólogo, neurólogo, oncólogo, etc.). En segundo lugar, la imagen médica no puede ser autónoma. Siempre forma parte de una red que la vincula a otros artefactos del conocimiento hospitalario. Antes de la adquisición de imágenes, el historial clínico del paciente influye en la prescripción del médico, que indica al técnico qué parte del cuerpo debe explorar y qué debe buscar. A continuación, el médico prescriptor recibe información de imágenes anteriores para compararlas y de un informe del radiólogo del centro de adquisición. Todos estos diferentes artefactos visuales y escritos son elementos que permiten recontextualizar la imagen médica y «hacerla hablar». Esto es aún más cierto en el caso de enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple, cuyo diagnóstico no puede basarse únicamente en las imágenes médicas. La especificidad de esta enfermedad, con sus diversos síntomas y lesiones a veces invisibles, puede dificultar su diagnóstico mediante una simple resonancia magnética. En palabras de un neurólogo con el que la socióloga Kelly Joyce realizó su trabajo de campo, «la resonancia magnética es probablemente negativa hasta en un 25% de los casos [de esclerosis múltiple], por lo que normalmente me fiaría mucho más de mi examen que de la resonancia magnética» (Joyce 2005: 452).

Han pasado 20 años desde aquella entrevista. Desde entonces, los protocolos han evolucionado mucho, aumentando considerablemente la precisión de las resonancias magnéticas y su relevancia para el diagnóstico. En pocas palabras, radiólogos y neurólogos pueden ahora «ver» mejor las huellas de la enfermedad en el cerebro de sus pacientes. Sin embargo, sigue habiendo ambigüedad e incertidumbre.  Algunas lesiones pueden confundirse con artefactos de adquisición, huellas que no son signos de la enfermedad, sino defectos en el proceso de fabricación de la RM. Lo contrario también es cierto: los artefactos pueden interpretarse como lesiones. Para garantizar un diagnóstico correcto en los casos más difíciles, es decir, los que dejan más margen a la incertidumbre, un jueves al mes, los neurólogos especializados en esclerosis múltiple de uno de los hospitales más grandes y prestigiosos de Barcelona se reúnen para analizar las resonancias magnéticas de sus pacientes. En algunos casos, la colegialidad del grupo permite despejar dudas y descartar, o confirmar, la enfermedad. Algunos casos, sin embargo, quedan sin resolver. Más allá de una concepción objetivista del conocimiento médico y de sus herramientas, el médico debe saber gestionar la incertidumbre de la enfermedad y la ambigüedad intrínseca de toda imagen médica, que más que cualquier otro artefacto conlleva el mito de la transparencia (Joyce 2008).

 

Bibliografía
GRASSENI Cristina (ed.)
(2007) Skilled Visions: Between Apprenticeship and Standards. Oxford: Berghahn Books.

JOYCE Kelly A. 
(2005) “Appealing Images: Magnetic Resonance Imaging and the Production of Authoritative Knowledge”, Social Studies of Science, vol.35, n°3, p.437–462
(2008) Magnetic Appeal: MRI and the Myth of Transparency. 1st ed., Cornell University Press

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